San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro
No soy un Teologo de la Liberacion, ni pienso que tengo los estandares de vida tan alto para serlo, ni tampoco vivo en las circunstancias de aquellos pastore sy teologos que sacrificaron sus vidas por decir que vale la pena vivir por los indefensos. Mucho se critica a esta teologia marxista, pero se olvidan a veces el lado cristiano que muchos de sus epocas, esos conservadores disfrazaron la indiferencia con ortodoxia. Tengo en muy alto honor al Pastor Romero, que no fue teologo de la Liberacion, pero que defendio la causa de los pobres, cosa en comun con muchos teologos de la liberacion, pero mas con la vida de servicio de nuestro Salvador.
El ángel del Señor anunció en la víspera…
El corazón de El salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua Latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa…!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!
Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma aureola de sus mares,
en el dosel airado de los Andes alertos,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares…
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!
Publicado el marzo 27, 2010 en Heroes, Martires, Oscar Romero, Poemas, Teo. de la Liberacion y etiquetado en El Salvador, heroe, Martires, Oscar Romero, Poema. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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